La mayoría de las personas tiene una idea bastante clara sobre lo que “debería” ser música: armonía, ritmo, melodía… Pero, ¿qué pasa con los sonidos del día a día? ¿Y si un proyecto musical decide partir de lo que, de primeras, no suena como música? ¿Y si un amortiguador, una maceta o una estantería también tuvieran algo que contar?
Todo es materia sonora
Para Mejor Sordo, los protagonistas del quinto episodio de Acordes Rurales, el mundo es un catálogo de sonidos esperando ser escuchados con otros oídos. Lo que otros llaman “ruido”, ellos lo entienden como posibilidades expresivas, como diferentes texturas que componen su propuesta musical.
Esta mirada no es sólo artística. Como bien deja claro en el programa Luis Azcona, percusionista del dúo: “Me encanta desmitificar el instrumento. El “no, es que tiene que ser una marimba o un vibráfono” … sí, pero también no. Y, de alguna forma, haces que la experimentación sonora sea mucho menos elitista”. Esta reflexión se traslada en la sonoridad de su obra. Desobedecer la idea de que sólo la música que sigue las normas convencionales de la industria merece ser escuchada.
Tarazona también suena
El episodio se rodó en Tarazona, una localidad con siglos de historia. Esto es especialmente relevante para Mejor Sordo, ya que la propia acústica de la Iglesia de Santa María Magdalena ha influido directamente en la sonoridad de la live-session del programa. Influye tanto en la forma de tocar de Luis como en todos los matices que saca Joel Rico desde el lado electrónico de la obra. Por ello, esta actuación de Acordes Rurales no se puede repetir de la misma forma en otro entorno.
En definitiva, hay músicas para bailar, cantar o relajarse. Otras, como la de Mejor Sordo, van con otra intención. Que no buscan ser comerciales o agradables, sino abrir una puerta. Que no te piden que entiendas, sino que escuches.