En el último episodio de la primera temporada de Acordes Rurales, la tradición y el presente se juntan en el postfolk de L-R. Las etiquetas nunca hacen justicia a lo que hace el artista, y aquí, lo que realmente hacen Leticia Baselgas y Rubén Bada es plantear una pregunta fundamental: ¿cómo suena una tradición que sigue viva?
Sonoridades nuevas a la tradición
El sonido de L-R se construye desde la tradición rural, pero no se encierra en ella. Hay pandereta, pero también hay distorsión. Y lo más importante: hay honestidad, buscan decir algo verdadero. Su propuesta no es un homenaje al pasado, sino una conversación con él.
Este enfoque conecta con otras propuestas de la escena actual, como ya hemos visto en otros episodios del programa. Desde luego, en L-R hay un sello de identidad profundamente íntimo: su forma de narrar lo rural desde dentro.
El postfolk como resistencia cultural
Si hay algo que hemos intentado desde Acordes Rurales es pelear, desde el ámbito cultural, contra el estigma que muchas veces recibe lo rural como sinónimo de atraso. Y aquí, lo que propone L-R va de la mano con el propósito de nuestro programa: la cultura evoluciona, se fusiona con más cosas, progresa y está en constante reinvención.
Desde un pequeño pueblo como lo es Baselgas, se puede hacer cultura y se puede aportar riqueza musical que perdure en el tiempo, sin otro fin que el que tiene la misma obra por existir y por representar una parte de nosotros mismos.
Por todo ello, cuando uno escucha L-R no sólo oye música, sino un replanteamiento de lo que se entiende como rural. Un trabajo que reescribe la imagen que se tiene del pueblo: no es algo detenido en el tiempo, es un lugar que produce cultura viva.